Estereotipos
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¿Qué nos dirían los ornitorrincos y los delfines?

El tercer sábado de octubre (15 de octubre este año), se reivindica la despatologización Trans y el 26 de octubre se celebra el Día de la Concienciación Intersexual. Esta entrada, pretende en estos tiempo de nueva oscuridad alimentada por “rojos” disfrazados, agradecer la lucha, acuerpar y arrojar algo de luz.

La identidad sexual. Término que se podía traducir sencillamente a la pregunta quién soy yo, desde el marco de la sexología, es entendida como la percha sobre la que cuelga todo lo demás que nos construye como seres sexuados.

Identidad sexual contiene dos palabras que, si la atendemos diferenciadamente, están compuestas por:

  •  La palabra identidad.
    Def 1: Cualidad de idéntico.
    Def 2: Circunstancia de ser una persona o cosa en concreto y no otra, determinada por un conjunto de rasgos o características que la diferencian de otras.
    Def 3: Conjunto de rasgos o características de una persona o cosa que permiten distinguirla de otras en un conjunto.
  •  La palabra sexual.
    Def 1: Perteneciente o relativo al sexo.
    Def 2: Del sexo o la sexualidad, o relacionado con ellos.

Y aquí nos detendremos en las definiciones de identidad y no tanto en sexual. En concreto en las definiciones que hablan de “conjunto de rasgos que permiten (facilitan, ayudan) distinguir a una persona o colectivo de otras” y en la definición que habla de “cualidad de idéntico”. Pero antes de ello, nos vamos a entretener en algo que es necesario para poder hablar de conjunto de rasgos o cualidades.

Para poder hablar de conjunto de rasgos o cualidades, es necesario hablar de persona observadora en un determinado tiempo que identifica un conjunto de rasgos relativamente comunes. En este sentido, podríamos decir que la persona observadora en el caso de los seres humanos, somos el conjunto de personas que conformamos nuestras sociedades. Es importante matizar que, el cerebro humano, para poder operar, genera de manera automática (o de manera inconsciente como respirar) categorías en base a características comunes, con el objetivo de simplificar y agilizar la comprensión de lo que ve (o cree que ve). Es decir, podríamos decir que el ser humano en su placa base tiende a simplificar lo complejo y a creérselo como absoluto. Esto último, debido a que esta operación en la gran mayoría de ocasiones, al igual que respirar, lo hace de manera inconsciente.

Cuando esta categorización es relativamente sencilla, como cuando decimos “silla”, no hay tanto problema en generar un absoluto. No obstante, en otras, esa categorización, a pesar de ser inevitable, simplifica realidades complejas como por ejemplo “animales mamíferos”. Puede parecer gracioso el ejemplo, pero, ¿os imagináis la cuadrilla de científicas, cuando llegaron al consenso y definieron los animales mamíferos y de repente se topan con un ornitorrinco? O un ¿delfín?

Sin duda, se vieron obligadas, empujadas, invitadas, estoy segura tras arduos y duros debates, a reflexionar sobre las características comunes que habían atribuido a la categoría (identidad) mamífera y redefinirlas. Se vieron obligadas también, con semejante descubrimiento, a generar nuevos materiales divulgativos, nuevos conceptos, nuevas estructuras, nuevas explicaciones. Además indudablemente, necesitaron de un sinfín de recursos, gubernamentales, educacionales, comunicativos para poder llevarlo a cabo. Es más, el contenido que generaron, incluía nuevas categorías dentro de los mamíferos, que enriquecían la propia categoría, no siendo ninguna de ellas estigmatizante ni inferior.
Fruto de ello es que, quienes hablamos ahora, (libros, personas, discursos científicos, documentales), hablamos de los defines y ornitorrincos como mamíferos. Y no concebimos que unos sean mejores que los otros. Como mucho jerarquizamos (si eso es jerarquizar) en base a si me parece mas o menos “adorable” ese “animalito”.

En la resolución del debate de los delfines y ornitorrincos como mamíferos, es interesante analizar cómo decidieron mirar aquello que tenían que volver a mirar.

El descubrimiento (ya existente antes del propio descubrimiento) de los delfines y ornitorrincos, les permitió empezar a tomar conciencia, en primer lugar, de que al igual que respirar TAMBIÉN se puede hacer de manera consciente, las categorías creadas casi de manera automática y tomadas como absoluto, del mismo modo pueden ser revisadas. Y en segundo lugar, y es aquí donde traigo las definiciones de identidad, que los axiomas que rigieron su mirada científica, fueron los que se esconden tras las definiciones 2 y 3.

Las definiciones 2 y 3 hablan de “características que permiten (facilitan, ayudan) diferenciar a una persona o colectivo de la otras”. En sí mismas no promueven la exclusión de “algo”, sino la descripción de unos “algos”, que tienen cosas en común (por ejemplo, mamas) y que parece, forman parte de un “algo” mayor, al que podemos llamar identidad/categoría (mamíferas). La definición 1, en cambio, “cualidad de idéntico”, a las “características comunes” les incluye en negrita y subrayado, la palabra “idéntico”, reduciendo así la definición de identidad, a unos “algos” que forman parte de un “algo” mayor común, en base a características comunes, insisto, idénticas. En este sentido, mediante esta definición se opera, sin querer queriendo, de manera excluyente. O cumples escrupulosamente con esas características comunes, o simplemente NO ERES.

Esta última mirada, además de ser excluyente, genera una “otredad” (un alguien que no soy yo, ni nosotras) que en unos tiempos y sociedades se torna pecado y en otras, desviación, síndrome o trastorno. Por lo que además de ser excluyente, jerarquiza, patologiza y estigmatiza.

Aquellas científicas quisieron DESCRIBIR realidades. En base a elementos que observaron, se repetían dentro del conjunto de animales y en base a ello crearon la categoría mamífera. Esas mismas científicas supieron escucharse y ver que estaban comenzando a guiarse por los axiomas de la definición 1 de identidad, lo que les estaba alejando de la DESCRIPCIÓN de una realidad, haciendo de ella, más bien, una PRESCRIPCIÓN (lo que yo diría, prescripción de DE MAMIFERITUD, es decir, porque YO académica, que sé de lo que hablo, digo que esto que tengo entre mis manos, es SIN LUGAR A DUDAS un mamífero). Y recolocarse (respirar de manera consciente) para repensar esa misma categoría.

Las categorías hombre y mujer, desde su concepción y hasta la actualidad, sigue sosteniéndose con axiomas de la definición tipo 1. Donde se rige por absolutos de aquello que es mujer u hombre. Mujer es = XX, vulva, útero, ovarios y mamas, y hombre= XY, pene, testículos, conductos deferentes, pectorales y vello facial. Todo lo que no cumple con esa características, NO FORMA PARTE, y es categorizado como síndrome, trastorno o desviación.

Desde aquí, lanzamos un llamamiento a alzar la voz a quienes nos regimos por los axiomas de definiciones 2 y 3 para REIVINDICAR la urgencia de redefinir y ampliar las características comunes de aquello que nos hace mujeres y hombres.

RESPIRAMOS CONSCIENTEMENTE y decimos bien alto que la identidad no está ni en los genitales, ni en los cromosomas.

RESPIRAMOS CONSCIENTEMENTE y luchamos para que los mensajes que continuamos interiorizando y lanzando (y legitimando desde las instituciones y medios de comunicación) sobre los cuerpos, cambie; para que se deje de PRESCRIBIR (que no explicar, acompañar, atender) la mutilación de cuerpos porque los genitales, gónadas o cromosomas no encajan en la norma médica.

RESPIRAMOS CONSCIENTEMENTE y nos sumamos a quienes, a diferencia de los delfines y los ornitorrincos, sus vidas sí se han visto afectadas por la categorización rígida de la identidad sexual que hace el ser humano.

Nos sumamos a aquellas personas que no paran, ni pararán de gritar “en un mundo donde se prescriben realidades, nadie tiene la oportunidad de ser real y nosotras, queremos y vamos a serlo”

A vosotras, a todas las personas Trans e Intersex por hacernos cuestionar, no solo la norma, sino los axiomas con lo que generamos esa y todas las normas. Elemento indispensable para TRANSformar la sociedad.

Hay prácticas de riesgo, no grupos de riesgo.

En esta ocasión nos gustaría escribir sobre la “viruela del mono” con el propósito de informar en torno a esta enfermedad y su transmisión.

En primer lugar, atribuir la transmisión de la viruela del mono únicamente al contacto sexual entre personas del mismo sexo además de no ser cierto, alimenta estereotipos que vulneran los derechos humanos ya que el virus puede afectar a todas las personas sin distinción de su preferencia sexual.

Es una amenaza conocida y hay herramientas para combatirla. Es una enfermedad normalmente leve que se propaga por contacto cercano y que provoca síntomas similares a los de la gripe y una erupción característica. Es causada por un ortopoxvirus de la familia de la viruela y se le llama coloquialmente así porque en 1958 fue detectada en los monos; no obstante, también se puede encontrar en roedores (ardillas, ratas, ratones y conejos).

Hay que destacar la baja mortalidad del virus. Además, los expertos indican que solo pueden contagiarse las personas nacidas a partir del año 1980, ya que hasta esa fecha la vacuna de la viruela era obligatoria para todos los niños.

La mayoría de los casos de viruela del mono desaparecen por sí solos. Muchas personas que se han enfermado por el virus han tenido síntomas leves y han podido recuperarse sin ningún tratamiento específico contra el padecimiento. Su periodo de incubación es entre cuatro y catorce días, pudiendo llegar a los ventiuno. Los síntomas más frecuentes son erupción cutánea, fiebre, cansancio, inflamación de ganglios, dolor de cabeza, molestias musculares y escalofríos.
La guía de la OMS para personal sanitario dice que puede utilizarse paracetamol para controlar la fiebre y el dolor leve.

El director regional de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para Europa, Hans Henri P. Kluge, ha señalado recientemente que se puede «acabar eliminando la viruela del mono» en Europa, tras las «primeras señales de ralentización del brote». En recientes declaraciones afirma que sigue centrada entre hombres que tienen relaciones sexuales con hombres sin protección. Y ahí es donde se debe concentrar el esfuerzo de prevención y respuesta, fomentando un entorno libre de estigma y discriminación.

La viruela del mono no es igual al sida, son enfermedades diferentes causadas por virus distintos y no tiene ninguna relación con la vacunación contra COVID-19, al contrario de los bulos que se han extendido en las redes sociales. El primer caso humano de viruela del simio se registró en 1970. Mientras que el virus del COVID se detectó en 2019. Además la viruela del mono no es tan transmisible o peligrosa como el COVID, dicen los científicos.

A pesar de no ser una infección de transmisión sexual y que se pueda dar en las relaciones sexuales tanto de hombres como de mujeres, con personas del mismo sexo o de otro, el tratamiento de que algunos medios al inicio de la noticia lo ha relacionado inevitablemente con la práctica de la erótica gay.

En opinión de uno de los primeros pacientes en España en contraer la viruela del mono, «el estigma de que es una enfermedad de gais» le recuerda «al VIH/Sida de los ochenta» y advierte del peligro de que el resto de la población «se relaje» como si fuera inmune. «Hay prácticas de riesgo, no grupos de riesgo«, apunta el joven.

Normalmente ‘los hechos’ son los protagonistas de la noticia pero, cuando se relacionan con personas LGTBI+ a menudo la noticia se desvía hacia la individualidad de las personas y su orientación sexual o identidad de género. Esto afecta directamente a las personas LGTBI+ e implica de nuevo realizar un gran esfuerzo por las repercusiones (estereotipos o prejuicios) que genera. El tratamiento informativo debe realizar un uso adecuado del relato, de modo que los discursos lanzados no se constituyan en mensajes potencialmente ‘LGTBIfóbicos’.

Más información sobre la viruela del mono: CESIDA

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