Decidir quién gobierna
Es poco habitual evaluar a las personas que desempeñan cargos políticos en vísperas de elecciones. Lo que sí es habitual es decir que “todos son iguales”, que “todos van a lo que van sin mirar al pueblo”, etc., etc. Pero estas personas cobran de nuestros impuestos por su trabajo.
Además, son elegidas por nuestros votos. Por eso tenemos derecho (y deber) a pedirles responsabilidades y eficiencia en los problemas de nuestra sociedad. En eso también consiste la democracia. Si pides nuestro voto, te pedimos resultados coherentes para nuestro bienestar y para que broten los avances sociales, para que se cubran desde los gobiernos las necesidades del pueblo. Si lo que has trabajado no cubre nuestras necesidades, si no supone los avances sociales necesarios en pro de la vida del pueblo (ahora se dice ciudadanía) no tenemos que volver a votarte porque tu trabajo no es satisfactorio.
Y tampoco parece adecuado generalizar: quienes se dedican a la política desde puestos de responsabilidad son personas y, como todas, aciertan más o menos, o aciertan aquí y fracasan allá, o unas aciertan porque tienen en cuenta al pueblo al que sirven y otras no aciertan porque miran más por los intereses propios. Eso es lo que hay que evaluar a la hora de elegir. También puede pasar que, en una misma candidatura, haya personas que hacen un trabajo político de calidad y con humanidad, mientras otras lo que mejor hacen es cobrar. En nuestro caso, ya que el voto es de cada quien, nuestra decisión está más motivada por el trabajo realizado que por las promesas y lemas de campaña.
Hay otro sector de personas que cobran de lo que hemos puesto entre todas que no las elegimos, son las personas nombradas para cargos de responsabilidad política por quienes sí han sido elegidas en las urnas. Por ejemplo: La directora del Instituto Navarro para la Igualdad (INAI) es nombrada, no elegida en urnas, por quienes sí han obtenido representación en las votaciones. Si la labor de esa directora fuera de aplaudir, ese aplauso sería tanto para ella como para quien la nombró. Si su labor no ha sido satisfactoria, el fracaso es tanto de quien obstenta el cargo como de quien la nombró y de la persona responsable de la consejería a la que pertenece.
Esta es una curiosidad: El INAI está dentro de la consejería de Presidencia e Interior, cuyo 80% de trabajo y ocupación es para la Policía Foral. ¿Acaso no hay una consejería más adecuada para la coordinación del Instituto para la Igualdad? ¿No debe ser la Igualdad un asunto mucho más transversal y omnipresente en todas las consejerías de gobierno? La última responsable de la organización de gobierno es la presidenta, el reparto de cromos tiene más que ver con la chavalería y la improvisación: “Si me apoyas algo te caerá, si más me apoyas más te caerá”.
Traduciendo lo que no hace falta: El INAI no debería de estar en esa consejería; la Igualdad ha de ser transversal y de creación de conciencia hacia el cumplimiento de las leyes, de las garantías constitucionales y de los Derechos Humanos, no un cromo que se cambia por apoyos; la Igualdad ha de ser una máxima gubernamental, no un Instituto de mínima actividad y de recortes de derechos y de servicios, verbigracia el servicio público para los derechos LGTBIQ+ Kattalingune.
Es decir: con estas letras queremos reprobar a la Presidenta Chivite, aunque se saque fotos en campaña en un banco “arco iris”, aunque el 17 de mayo haga declaraciones en defensa de los colectivos LGTBIQ+, aunque haya ponderado el trabajo y resultados de Kattalingune. Como responsable última del Gobierno de Navarra, es culpable de los terribles recortes realizados por el INAI a Kattalingune en cuanto a partida económica, en cuanto a personal, en cuanto a capacidad de trabajo y en cuanto a humanidad.
Reprobamos al vicepresidente Remírez como instigador de los recortes porque el INAI está bajo dominio de su consejería, porque ha defendido los recortes como necesarios para la continuidad del servicio cuando, en realidad, lo ha vaciado de contenido, de trabajo y de sentido a través de la subdirección.
Suspendemos, con mucha deficiencia, la labor de Isturiz en la dirección del INAI. Kattalingune ya estaba desarrollando su labor cuando llegó la actual directora.
En estos cuatro años ha crecido el servicio LGTBIQ+ gracias a la labor de sus trabajadoras, a la gestión de Kattalingorri, al aumento de partidas presupuestarias propuestas y aprobadas por los grupos parlamentarios y a pesar de la no implicación del INAI. La directora del INAI, cuando menos, podría haberse reunido con Kattalingorri en funcionamiento normalizado. No lo hizo entonces y se ha negado a recibirnos desde que anunciaron sus fulminantes recortes. Le hemos llamado, le hemos escrito, suplicado y nunca ha dado la cara ni nos ha recibido. Su última respuesta fue: -“nada tenemos que hablar porque estoy de salida”. ¿Cuándo recibas la nómina vas a rechazarla con ese argumento? Tu cargo dura hasta que haya otro nombramiento y, si no te atreves a mirarnos a los ojos, dimite. Siempre decimos que el asesino de su pareja, que primero la mata y luego se suicida, debería hacer al revés: primero suicidarse.
Así le decimos a la directora del INAI: deja el cargo antes de aplicar los recortes y firmar la defunción del servicio público Kattalingune. La democracia, aunque tú no fuiste votada, te exige que nos recibas, que dialoguemos, que negociemos, nunca la democracia te autoriza a tomar decisiones sin contar con las afectadas y de manera autoritaria. En este sentido, el consejero Remírez es igual de culpable que la directora. Y también señalamos a quien nombró a Isturiz directora del INAI y a las “medinaznarez” que han defendido los recortes en un servicio público que era de calidad y muy destacado a nivel estatal.
Desde aquí os desautorizamos para hablar en nuestro nombre y os repudiamos como personas para ejercer función pública. No vale utilizar la democracia y sus nombramientos dáctiles para ejercer la autoridad de manera dictatorial. Esta es nuestra manera de “defender lo que pensamos”.
Alizia Izal Elorz y Arraitz Koch Elizegi
Kattalingorri