Visibilidad Bisexual: Pamplona Siglo XXI
Fermintxo fue socio de la Peña desde el día de su nacimiento. Lo inscribió su padre tan pronto como decidieron su nombre, ya que el orgullo que a él le proporcionaba esa pertenencia lo quería también para su hijo. Hizo lo propio con Osasuna, del que era un incondicional: mostró a todo el mundo con satisfacción el primer carnet de socio de su niño, con la foto de un bebé aún amoratado y los ojos abiertos apenas.
Lo cierto es que Fermintxo siempre disfrutó de ambos clubes, donde hizo buenos amigos y cultivó su afición por el fútbol, que practicó desde niño con notable destreza. Su gusto por los deportes hizo de él un joven sano -salvo por los inevitables excesos sanfermineros que jamás se hubiera perdido-.
Siempre tuvo un atractivo indiscutible, que paseaba con el encanto de quienes no saben que lo tienen, y embelesaba a las chicas del instituto que le robaron sus primeros besos, hasta que una de ellas le robó además el corazón.
La quiso de verdad durante años, hasta que la vida les sugirió caminos separados que decidieron seguir sin dramas ni rencores. Sus amigos lo lamentaron, pero no dudaban de que otra novia llegaría pronto a su vida.
Lo que los amigos no sabían es que el físico de atleta de Fermín tenía un gran éxito también en las aplicaciones de ligoteo gay.
Con veinte años cumplidos y una libertad recién estrenada, se fue aventurando en un mundo que sólo conocía por Internet, pero le atraía desde la adolescencia como todo lo prohibido. Con la precaución arrinconada por el ansia, se lanzó a encuentros furtivos con otros chicos que encontraba en las redes, para descubrir con cierto asombro que aquellas relaciones le resultaban tan satisfactorias como naturales.
Y no es que la intimidad con su novia no lo hubiera sido, al contrario, siempre disfrutó de veras. Por eso sentía vergüenza cuando se descubría a sí mismo frente al porno gay en la soledad de su habitación de estudiante. Fue esa una batalla sorda que lo atormentó durante muchas noches.
Pero cuando uno lucha contra sí mismo, pierde siempre. Fermín terminó por aceptar su orientación por obstinada, pero con la firme promesa de mantenerla en secreto. Después de todo, podía casarse con una buena chica, criar hijos y ser feliz sin tener que enfrentarse al mundo entero. A su mundo entero.
A quien nunca engañó fue a su madre, que conocía bien sus largos silencios y la manera en que miraba a otros chicos en la piscina, pero que desistió de hablarlo con su marido cuando este puso el grito en el cielo el día que se lo insinuó: “Mi chaval es futbolista y un machote, ¡no digas chorradas!” Ella sigue esperando que su pequeño se lo cuente cualquier tarde.
Fermíntxo sigue con sus escapadas nocturnas y secretas, pero evita siempre que el otro le acaricie mientras el taxista pueda verlo. Ahora le tranquiliza, e incluso le divierte pensar que llevar una doble vida es transgresor y hasta emocionante. Al fin y al cabo, ¿cómo se cuenta a los amigotes de siempre que el portero de tu equipo de fútbol te atrae tanto como esa rubia del fondo de la barra? ¡Imagina llevar a un novio a cenar a la Peña! Sólo pensarlo le provoca sudores. No, eso nunca ocurrirá. En el armario tampoco se está tan mal ….¿no?.
Sólo tiene un temor: enamorarse de un príncipe y que todo se vuelva inevitable.