Bisexualidad
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Trabajar en el armario

Trabajar en el armario

La cisheteronorma me invisibiliza y cada día que voy al trabajo soy consciente de que eso es una suerte: sufro menos porque la LGTBIifobia rara vez se dirige directamente a mi persona.

Cada vez que una persona usuaria  en mi trabajo hace un comentario bífobico o pide que le atienda una mujer, pienso en que si supiera mi verdad, no querría que yo le atendiera. Cuando mi jefa hace comentarios tránsfobos, la rabia y el dolor me hace huir al baño a llorar bajito.

Constantemente me viene a la mente el monólogo de Donald Glover en que un colega le decía que tuviese ojo con qué comentaba delante de su jefe porque era homófobo y aún no sabía que él era gay y Donald le respondía ‘ojala poder decir: hey, no le digas a mi vecino que soy negro, porque es bastante racista’.

Tener pase como parte de los grupos hegemónicos te da acceso a ciertos derechos. No cabe duda.
Tengo la imagen mental de que ir al trabajo es meterme en una caja en la que apenas quepo y que la gente de alrededor pisa sobre la tapa para que quede bien cerrada y enterrada bajo tierra.

Las amigas que no son del colectivo no lo entienden: ‘tú puedes ser lo que quieras ser, ¿qué necesidad de decir si eres esto o lo otro?’
La necesidad es extensiva. Negar mi identidad abre campo a la LGTBIfobia. ‘De esto no se habla, de esto no se puede hablar, esto no existe, debe de haber algún caso de personas LGTBQIA pero no conozco ninguno, son minoría, por qué hablan de ello’…

En mi trabajo me doblo como una hoja de papel para mostrar solo una cara de mí misme: la que disfruta de su trabajo e incluso la que puede intentar dejar caer gotitas arcoíris en la conversación pero nunca en primera persona, mi persona queda en el reverso.

La culpa me asedia. No quiero que las nuevas generaciones se pasen toda su vida sin decir a  su familia que no son ni un chico ni una chica. No quiero callarme cuando una compañera o compañero dice que cada vez el colectivo tiene más letras y va a acabar siendo todo el abecedario. Pero el miedo a que me traten mal me paraliza.

Y tú, ¿te sientes identificade?

 

Firmado: une usuarie de Harrotu

Visibilidad Bisexual: Pamplona Siglo XXI

Fermintxo fue socio de la Peña desde el día de su nacimiento. Lo inscribió su padre tan pronto como decidieron su nombre, ya que el orgullo que a él le proporcionaba esa pertenencia lo quería también para su hijo. Hizo lo propio con Osasuna, del que era un incondicional: mostró a todo el mundo con satisfacción el primer carnet de socio de su niño, con la foto de un bebé aún amoratado y los ojos abiertos apenas.

Lo cierto es que Fermintxo siempre disfrutó de ambos clubes, donde hizo buenos amigos y cultivó su afición por el fútbol, que practicó desde niño con notable destreza. Su gusto por los deportes hizo de él un joven sano -salvo por los inevitables excesos sanfermineros que jamás se hubiera perdido-.

Siempre tuvo un atractivo indiscutible, que paseaba con el encanto de quienes no saben que lo tienen, y embelesaba a las chicas del instituto que le robaron sus primeros besos, hasta que una de ellas le robó además el corazón.

La quiso de verdad durante años, hasta que la vida les sugirió caminos separados que decidieron seguir sin dramas ni rencores. Sus amigos lo lamentaron, pero no dudaban de que otra novia llegaría pronto a su vida.

Lo que los amigos no sabían es que el físico de atleta de Fermín tenía un gran éxito también en las aplicaciones de ligoteo gay.

Con veinte años cumplidos y una libertad recién estrenada, se fue aventurando en un mundo que sólo conocía por Internet, pero le atraía desde la adolescencia como todo lo prohibido. Con la precaución arrinconada por el ansia, se lanzó a encuentros furtivos con otros chicos que encontraba en las redes, para descubrir con cierto asombro que aquellas relaciones le resultaban tan satisfactorias como naturales.

Y no es que la intimidad con su novia no lo hubiera sido, al contrario, siempre disfrutó de veras. Por eso sentía vergüenza cuando se descubría a sí mismo frente al porno gay en la soledad de su habitación de estudiante. Fue esa una batalla sorda que lo atormentó durante muchas noches.

Pero cuando uno lucha contra sí mismo, pierde siempre. Fermín terminó por aceptar su orientación por obstinada, pero con la firme promesa de mantenerla en secreto. Después de todo, podía casarse con una buena chica, criar hijos y ser feliz sin tener que enfrentarse al mundo entero. A su mundo entero.

A quien nunca engañó fue a su madre, que conocía bien sus largos silencios y la manera en que miraba a otros chicos en la piscina, pero que desistió de hablarlo con su marido cuando este puso el grito en el cielo el día que se lo insinuó: “Mi chaval es futbolista y un machote, ¡no digas chorradas!” Ella sigue esperando que su pequeño se lo cuente cualquier tarde.

Fermíntxo sigue con sus escapadas nocturnas y secretas, pero evita siempre que el otro le acaricie mientras el taxista pueda verlo. Ahora le tranquiliza, e incluso le divierte pensar que llevar una doble vida es transgresor y hasta emocionante. Al fin y al cabo, ¿cómo se cuenta a los amigotes de siempre que el portero de tu equipo de fútbol te atrae tanto como esa rubia del fondo de la barra? ¡Imagina llevar a un novio a cenar a la Peña! Sólo pensarlo le provoca sudores. No, eso nunca ocurrirá. En el armario tampoco se está tan mal ….¿no?.

Sólo tiene un temor: enamorarse de un príncipe y que todo se vuelva inevitable.

23 de septiembre: Día de la visibilidad bisexual

Os proponemos un juego… ¡verdadero o falso! Aquí os dejamos una frases, nos gustaría que pensarais si son verdaderas o falsas:

  • La bisexualidad es sólo una fase
  • Las personas bisexuales tienen más posibilidades para ligar
  • Las personas bisexuales pueden desear a personas de su mismo sexo o de otros 
  • El apetito sexual de las personas bisexuales es insaciable
  • Algunas personas dicen que son bisexuales por no decir que son gays o lesbianas
  • Todas las personas somos bisexuales
  • La bisexualidad es lo mismo que la pansexualidad

 

¿Cómo os ha resultado el juego? ¿Fácil? ¿Difícil? ¿Ha generado debate?

 

A menudo las personas LGTBI+ nos enfrentamos a este juego en la vida real y tenemos que soportar algunas de esas afirmaciones las cuales pueden corresponder o no con nuestra vivencia. Aunque algunas de ellas son completamente FALSAS (¿las habéis adivinado?) y representan algunos de los mitos o timos que todavía encontramos en el imaginario social.

 

La Bisexualidad es una orientación del deseo con la que nos podemos identificar. Venimos de la siguiente definición: “Personas que sienten deseo erótico hacia ambos sexos”. Ante esto, la realidad nos devuelve que quizá esa definición se quede un poco corta. Las personas y sus vivencias van evolucionando y junto con ello las categorías también como ya hemos mencionado en otras ocasiones. Para intentar definir de manera más completa la bisexualidad podríamos decir lo siguiente: “Personas que sienten deseo erótico hacia personas de su mismo sexo o hacia otros”.

 

Hay quienes piensan que el prefijo “bi” significa que la bisexualidad es atracción sólo hacia dos sexos binarios y cisexuales (“hombre” y “mujer”). Hay quienes viven su orientación de esa manera, pero la bisexualidad, al ser la atracción hacia personas de tu mismo sexo o de otros, puede también extenderse a personas con identidades sexuales más allá del espectro binario y cis. 

 

No todas las personas que sienten deseo erótico hacia más de un sexo se llaman a sí mismas bisexuales por razones muy variadas (estigma, cultura, pertenencia a un colectivo o información disponible). Las categorías pueden servirnos para autodeterminarnos o no. Además hay otras orientaciones como por ejemplo la pansexualidad que pueden tener cuestiones en común a la hora de definirse. Las personas pansexuales sienten deseo erótico hacia otras personas sin que la identidad sexual sea uno de los factores principales.  Por ello, las personas pueden autodenominarse bisexuales, pansexuales, o de cualquier otra manera es más bien una cuestión personal que depende de cómo nos sintamos al definirnos o no individualmente.   

 

Aclarar dudas, obtener información libre de sesgos, estigmas o timos sobre la bisexualidad o cualquier otra cuestión de diversidad sexual puede hacer una gran diferencia en la calidad de vida de personas que sufren discriminación por ser, sentir y/o expresarse y en la calidad de vida de todas las personas porque LA DIVERSIDAD NOS ENRIQUECE.

 

¡A celebrarlo!

23 de septiembre: Día de la Visibilidad Bisexual

El 23 de septiembre es el Día de la Visibilidad Bisexual, un día especial en el calendario para visibilizar a las personas que sentimos atracción o deseo por ambos sexos.

Seguimos teniendo que visibilizar esta orientación del deseo, más si cabe en días como hoy, ya que las personas bisexuales continuamos siendo todavía invisibilizadas y estereotipadas. Para ello la comunidad bisexual cuenta con su propia bandera, creada en 1998 por Michael Paige y que esta compuesta por tres colores: magenta, lavanda y azul, en referencia a la homosexualidad, la heterosexualidad y la combinación de ambas orientaciones.

El primer Día de la Bisexualidad fue impulsado por los activistas estadunidenses Wendy Curry, Michael Page y Gigi Raven, se llevó a cabo el 23 de septiembre de 1999, tras ser reconocido en la Conferencia Internacional de la Asociación Lesbiana y Gay en Johannesburgo.

A menudo vemos como se niega la existencia de esta orientación mediante expresiones como “es heterocurioso/a”, obviando la opción de la bisexualidad y reduciendo la orientación del deseo así al binarismo entre la homosexualidad y la heterosexualidad. Además existe la creencia de que las personas que podemos sentir atracción por personas de ambos sexos lo hacemos por curiosidad o, en todo caso, por vicio.

¿Cuantas hemos oído expresiones como “cuanto vicio tiene” o “a esta o este le gusta todo” para referirse a una persona bisexual?

Pero ¿por qué es más viciosa una persona que mantiene relaciones sexuales con personas de ambos sexos que una persona que lo hace solo con personas de su mismo sexo o del sexo contrario? Y cuando se afirma que nos gusta todo… ¿A caso a las personas bisexuales nos gustan todos los hombres y todas las mujeres? Se nos ocurriría pensar a caso que a una una mujer heterosexual le atraen todos los hombres o a una mujer lesbiana todas las mujeres?

Claramente no, a las personas bisexuales nos atraen algunos hombres y algunas mujeres a lo largo de nuestras vidas, y por cierto, de formas muy diversas, puesto que puede que a una persona bisexual le atraigan muchísimas personas a lo largo de su biografía, o que lo hagan unas pocas. Las vivencias de la bisexualidad son tantas como personas bisexuales hay, aunque entre nosotras compartamos la etiqueta y el deseo erótico hacia ambos sexos.

Otra creencia que se asocia a menudo a la bisexualidad es la de que somos personas inmaduras o indecisas que no sabemos lo que queremos y por ello no somos capaces de inclinarnos en la balanza de la homosexualidad o la heterosexualidad. Freud por ejemplo entendió la bisexualidad como “indiferenciación sexual” o “hermafroditismo” y refiriéndose a la atracción defendió que todas las personas nacemos sin una distinción entre objetos sexuales (bisexuales) y cuando crecemos acabamos escogiendo un objeto. En su opinión la naturaleza humana era bisexual pero no era posible ser practicada por adultos modernos porque el progreso humano nos lleva a tener que escoger, uniéndola así con las y los niños, la inmadurez y la falta de capacidad de elección.

Kinsey en cambio concluyó que la bisexualidad se construía a partir de la combinación de los dos extremos de la homosexualidad y la heterosexualidad ‘puras’ y que, por tanto, ‘todas las personas somos bisexuales´, pero no de una forma `pura´ sino que nos encontramos en diferentes puntos de un continuo de la orientación en el que no hay casillas estancas sino un continuo en las maneras de desear.

La sexualidad es un proceso cambiante durante nuestro proceso vital y la orientación tampoco es algo estanco, puede ir evolucionando a lo largo de nuestra biografía, pudiendo sentir en diferentes fases de nuestra vida mayor o menos deseo por personas de uno u otro sexo. Es más, conductas que tengamos en un sentido u otro no tienen porqué marcar nuestra orientación o poner en duda la etiqueta con la que nos sintamos más identificadas o cómodas.

Al fin y al cabo, las etiquetas son válidas si nos ayudan a entendernos y a explicarnos Pero pueden valernos, o no. Si a ti te ayuda denominarte de una o otra manera para entender dónde te sitúas en el amplio y rico mundo de la diversidad, adelante. Cada quien sabe con qué etiqueta se siente más identificada o si no quiere identificarse con ninguna. Lo realmente importante es sentirse libre y cómoda para sentir, desear, expresar y disfrutar como seres únicos e irrepetibles que somos.

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